Argentina: ¿atrasa un siglo nuestra Agenda?
Es un título
provocativo. Ocurre que volvía la otra noche de una charla provocativa; una de Gustavo
Beliz, director del INTAL, en la Facultad de Ciencias Económicas. Referida a la
revolución 4.0, a la robótica, a las impresoras 3D, todo ello en el contexto de
la integración de América Latina, para estudiantes mexicanos y argentinos y
profesionales inquietos a causa de la creciente brecha; no la política, sino la
creciente brecha tecnológica. Tema que el BID, el INTAL, y Gustavo Beliz en
particular, vienen siguiendo muy de cerca en estos últimos tiempos.
Volvía caminando y
esperaba a que cambiara el semáforo de Ayacucho y Las Heras (a esta altura de
la vida prefiero no ponerme a gambetear los 37, los 102, ni tampoco los 60, y
menos a motoqueros desesperados), y con
las imágenes de la brecha tecnológica aún en mente, observo un carrito cargado -desafiando
todas las leyes de la física- tirado por dos hombres -uno con el torso
descubierto- intentando remontar la suave cuesta que ahí ofrece Las Heras.
Una
imagen de principios del siglo XX en otra Buenas Aires. ¿No estamos acaso en la
segunda década del siglo XXI? Lo estamos, en la ciudad más moderna de la
Argentina, ciudad en la que estamos hablando de ómnibus eléctricos, no
contaminantes, de última generación. En la que el BID ha decidido trasladar su
sede argentina a la Villa 31. Un símbolo en procura de ir cerrando esa brecha
entre carritos tirados por ciudadanos de Buenos Aires, entre ómnibus modernos y 4x4 (¿ante nuestra
mirada indiferente?) ¿mirada acostumbrada a convivir con un pie en el siglo XXI
y otro casi en el siglo XIX?
Gustavo Beliz dice que
América Latina es la región del mundo que ofrece las mayores desigualdades. La
Argentina no es una excepción.
Me arriesgo a mirar
desde esta óptica los resultados de las elecciones del domingo pasado, 22 de
octubre. Quizás sin conocer plenamente la velocidad de esta cuarta revolución
tecnológica, esta revolución del big data,
de la internet de las cosas, de los miles de robots, y de los miles de técnicos
que están “instruyendo” estos robots, de la re-globalización frente a la
resistencia creciente a la globalización de los últimos años, más de un 40 por
ciento de los votantes argentinos votó por el futuro, un futuro que no sabemos
muy bien cómo será, pero que intuimos no podemos alcanzar con herramientas que
se forjaron a partir de los últimos años de la Segunda Guerra Mundial. Y tomo
un riesgo más; ensayo una hipótesis en base a este marco paralelo de la
revolución 4.0.
¿Será explicable la
derrota del movimiento creado por Juan Perón al terminar la Segunda Guerra, en
1945, al no haber logrado transformarse
para entrar en el siglo XXI, dejando así a aquellos de sus adherentes con
ansias de futuro en el descampado? Cuando Mauricio Macri les dice a los
argentinos que se animen a dar un salto hacia adelante, ello implica achicar la
brecha; no la brecha política, sino la brecha tecnológica. Y aquí no quiero
hacer política, quiero ayudar a que demos ese salto mental que implica entender
que hay una agenda paralela (así la llama Beliz), una agenda 4.0 que, si nos
resistimos y negamos los efectos de esta cuarta revolución tecnológica, nos
hace correr el riesgo de quedarnos sin sueños y sin trabajo.
Y entonces la
Educación, así con mayúscula, la Educación primero de los educadores y de los
políticos, se torna en tarea crucial.
Y no es tarea de dos meses, ni de dos
años. Sin esta revolución del pensamiento, la velocidad de los avances en big data, internet de las cosas, robótica, impresión 3D y todo lo que ello
trae ya hoy aparejado, nos van a dejar muy atrás.
La tarea que tenemos
por delante, este enorme cambio mental,
hoy no nos espera.
Mauricio López
Dardaine
25 de octubre de 2017