miércoles, 6 de marzo de 2013

III y última Parte - Nuevo enfoque sobre el Comercio Mundial

III y última parte de este Nuevo enfoque respecto del Comercio Mundial

Deliberadamente quizás hemos realizado este somero análisis del discurso de Pascal Lamy en Lausanne, de atrás para adelante. Los que tienen buena retentiva verán que esta parte concluye con los dos párrafos con que se inicia la II Parte que comentamos ayer. No voy a dar las razones por las cuáles invertimos el orden, porque son más intuitivas que racionales. Sí esperamos que este orden inverso haya contribuido a la comprensión.

Mauricio López Dardaine

************************************************************

“…Para que hablemos de geografía, voy a hablarles de estadísticas. Esto puede parecer extraño de parte de un director de la Organización Mundial del Comercio.

Extraño si uno considera que la organización que voy a dirigir aún por seis meses es ciertamente más conocida por su contribución al derecho internacional que al arte de las cifras y los indicadores.

Y sin embargo hace unos cinco años me di cuenta que las negociaciones que tenían lugar en la OMC -negociaciones que apuntan a modernizar las reglas del comercio internacional para hacerlas entrar en el siglo XXI- continúan basándose en una percepción de los intercambios internacionales que data del siglo XX. Y que este hiato tenía sin duda que ver con las dificultades encontradas por los negociadores para llevar a buen puerto el ciclo de la llamada ‘ronda de Doha’.

No porque las realidades de la globalización hayan escapado a la atención de nuestros negociadores, pero más bien porque no tenían entre sus manos las herramientas estadísticas que les permitiera aprehender de manera precisa la amplitud de las transformaciones en juego. En efecto, la medición estadística del comercio no había sido adaptada a las nuevas realidades. Y por ende, como dicen mis colegas expertos en estadística: ‘sólo cuenta realmente lo que uno es capaz de medir; lo que no puede ser contado no cuenta’.

En otros términos: uno debe esperar muchos errores cuando no se puede medir lo que realmente cuenta.

Cuando en el siglo XIX David Ricardo elaboró lo que se convertiría en los fundamentos de la teoría del comercio internacional, los países exportaban lo que [realmente] producían. Ricardo utilizó el ejemplo, desde entonces célebre, del intercambio de un bien industrializado inglés -un producto textil- contra vino de Porto. La producción del bien textil elaborado en base a lana de ovejas inglesas permitía a los ingleses beber buen vino. En cuanto a los portugueses, ellos podían vestir bien gracias a su habilidad como viticultores. Durante muchas decenas de años, hasta bien después de los efectos de la revolución industrial, el ejemplo del producto textil y del vino continuó siendo válido, puesto que el conjunto de bienes y servicios necesarios para la producción de bienes provenía de un mismo país.  

La revolución industrial nació en Gran Bretaña, un país que disponía de minas de carbón y de hierro, así como de una importante población urbana que podía trabajar en las fábricas. Cuando usted compraba una locomotora de vapor a Gran Bretaña, usted sabía que todos los componentes de dicha locomotora, desde el acero para las ruedas hasta los instrumentos para medir la presión del vapor en la caldera, eran de origen británico.

Muchas cosas han cambiado desde entonces. Por cierto, el origen del vino Porto sigue siendo portugués. Gracias a las reglamentaciones sobre denominación de origen, hoy un consumidor  británico tiene más garantías al respecto que su antepasado del siglo XIX. Por el contrario, el concepto de país de origen con respecto a los bienes manufacturados, se ha ido tornando progresivamente obsoleto, en la medida en que las empresas fueron recurriendo a sub-procesadores nacionales y luego internacionales para aquello que no consideran es parte o no puede ser ya parte de su respectivo « core-business »…”

No hay comentarios:

Publicar un comentario