lunes, 29 de julio de 2013

La Huella de Carbono y la exportación a la UE


Productores resisten el proteccionismo de la Unión Europea

Comentario de Mauricio López Dardaine a este artículo de BAE, cortesía de PCRAM: desde que lanzamos nuestro blog del Estudio López Dardaine el 3 de septiembre de 2012, venimos advirtiendo a nuestros estimados lectores, especialmente a quienes tienen responsabilidad por la exportación, de la necesidad de medir seriamente y luego certificar sus emisiones de gases de efecto invernadero. Pero como en general nadie es profeta en su tierra, hoy me ha parecido interesante traerles este llamado de alerta naranja que hace BAE. El artículo en sí, creo, me exime de todo comentario adicional. Aún si hay más de un párrafo con el que podríamos disentir en parte.

25/07/2013


Países de la UE piden que productos importados tengan certificación de emisión de gases para su elaboración. En dos años puede ser un freno para los alimentos argentinos
por Merino Soto

Bajo la preocupación por los gases efecto invernadero (GEI), los países desarrollados vienen exigiendo para algunos alimentos que ingresan en la Unión Europea (UE), la presentación de certificados ambientales que midan, entre otras cosas, la emisión de dióxido de carbono en la elaboración de los productos. Una medida que se esconde como estrategia para defender la producción europea, pero que no es más que una traba comercial. Y sin bien hoy sólo es aplicado por contadas naciones, dentro de dos años, ello se trasladaría a todo el territorio europeo perjudicando los envíos argentinos y la de todos los países que exportan hacia el Viejo Continente.
Actualmente, cadenas de supermercados como Tesco, Walmart y Casino, ya solicitan estándares ambientales específicos que cuantifiquen la huella de carbono de jugos, vinos y frutas, con el objetivo de posicionarse como tiendas “carbono neutrales”. La famosa ecoetiqueta está siendo cada vez más demandada por los consumidores en varias cadenas minoristas. Mas esto no es un requisito sino, por el contrario, una oportunidad comercial que permite colocar el producto en una góndola especial y a la mano de los consumidores.
Hoy países como Francia e Inglaterra, pide informar acerca del mismo, pero sin aplicar un límite. Sin embargo, en la última reunión de los miembros del Parlamento Europeo, se decidió la aplicación de condicionantes ambientales a sus productores locales. Éstos tienen que ver con la rotación de cultivos, la siembra de pasturas y la presentación de certificados que indiquen la huella de carbono, y si bien habrá un lapso de tiempo para su aplicación, se estima que los mismos productores pedirán las mismas condiciones para las materias primas provenientes de otros países.
Dichos requisitos entrarán en vigencia en el 2015, con lo cual se descuenta que los productores europeos exigirán lo mismo para los productos importados”, dijo el director de BIM (Business Issue Management), Gustavo Idígoras, también ex agregado agrícola ante la UE.
El experto aclaró que “la presión se hará como una medida para no perder competitividad frente a otros países”.
En ese punto, los europeos saben de los problemas que presentan las producciones del Mercosur, como prácticas no sustentables, son complicaciones que los ponen en desventaja comercial.
Los países desarrollados son los que más se resisten a reducir el impacto sobre el medio ambiente y un argumento que usan para no aceptarlo es castigar los productos importados. Por consiguiente “ésta podría operar como una suerte de protección”, señaló la especialista en políticas y negociaciones internacionales del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA), Edith Obschatko.
Lo que busca Europa es ir a un concepto de la cuna a la mesa, lo que implica una trazabilidad desde el uso de los insumos hasta su consumo como alimento. Pero el proceso no termina ahí. Las empresas instaladas en suelo europeo deben impulsar el reciclaje y disminuir a su vez los desperdicios, el cual ronda el 40% en la actualidad.
La filosofía que se viene imponiendo en Europa sobre elegir con más cuidado a los alimentos se originó en los movimientos de los consumidores, el cual fue recogido por los distintos gobiernos.
Es así que el Gobierno argentino empezó a tomar medidas sobre el asunto y ya evalúa junto a organismo privados a las cadenas agroalimentarias que se verán afectadas: la ganadería bovina, cítricos, peras, manzanas y miel serán materia de estudio en una primera etapa. Luego se analizarán  los arándanos, leche, olivo, caña de azúcar y maní.
El mismo es llevado adelante por el Ministerio de Agricultura y tiene como nombre “Agricultura Inteligente”, en el cual se analiza la huella de carbono e hídrica. Éste se inició en el 2012 con una serie de talleres “para establecer una metodología unificada en todo el país”, señaló a BAE Negocios el secretario de Agricultura, Lorenzo Basso.
“En esencia, es saber cómo están posicionados nuestros productos respecto de la huella de carbono”, dijo el funcionario.
Éste permitirá luego definir la estrategia no sólo comercial a nivel país sino también en el armado que cada empresa nacional deba de enfrentar en el futuro frente a la imposición de los mercados importadores.
Idígoras destaca como “loable y rescatable” la iniciativa pero considera que “la Argentina no está preparada” para enfrentar la exigencia europea, a lo que agregó: “Es necesario empezar a generar capacidades nacionales”.
Lo cierto es que la producción agropecuaria argentina se verá afectada. Sólo basta ver los datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) que muestran que en el 2012, el complejo agroindustrial generó divisas por un total de u$s7.261 millones, es decir un 62% de lo que llega a Europa son alimentos. Este esta representado por los sectores: oleaginoso, vitivinícola, carne bovina, cereales, frutihortícolas, entre otros.

Las empresas argentinas frente a la huella de carbono
La adaptación a los cambios comerciales exige una gran inversión económica y ante todo, la determinación de acción conjunta de manera urgente e inequívoca de “reducir las emisiones”, a pesar de la asimetría en las responsabilidades y disponibilidad de recursos en cada uno de los países.
Dentro de este contexto de esfuerzo global, la industria alimenticia no escapa a estos aspectos y en este sentido aparece la figura del “Balance de Carbono” como un indicador que pretende cuantificar la cantidad de emisiones de GEI (directas, indirectas y asociadas), medidas en emisiones de CO2 que son liberadas a la atmósfera debido a todas las actividades que realiza el ser humano.
Y sin bien instalar la certificación de la huella de carbono “es costoso”, algunas empresas argentinas ya dieron el primer paso. Danone y Ledesma, son algunas que ya tomaron la delantera. Éstas diseñaron su propio certificado ambiental frente a la demanda de sus compradores.
En el caso de Danone, desde la empresa señalaron que en el 2008 se decidió tomar “responsabilidad” a nivel mundial del impacto ambiental de la huella de carbono y a partir de ello, buscaron reducir sus emisiones en un 30%, algo que cumplieron el año pasado, pero el número fue mejor: 35.2 por ciento.
Los resultados mostraron que la mayor cantidad de emisiones gaseosas se concentra en el aporte del packaging (primario y secundario), responsable del 58.4% de las emisiones. La producción genera el segundo aporte más significativo, con el 24.4%, principalmente focalizadas en el consumo energético, mientras que el transporte, tanto de producto terminado como de materiales, genera el 23,2 % de las emisiones totales.
A futuro, el Grupo buscará “involucrar a sus proveedores con el objetivo de introducirlo en el “movimiento por el cuidado del medio ambiente”. Dichos pasos se definirán en los próximos meses, señalaron.
Por su parte Ledesma, recalcó que el uso de certificaciones de calidad en fruta fresca comenzaron siendo un elemento diferenciador, una ventaja competitiva, pero hoy se han convertido en un requisito de ingreso a los mercados.
Al respecto destacaron que las cadenas de minoristas de Reino Unido, piden estándares especiales. También señaló a otros canales, como los supermercados de Alemania, que sin bien son menos exigentes en cuanto a calidad externa o “visible”, son más exigentes en cuanto a parámetros de inocuidad, como residuos de productos fitosanitarios, y en algunos casos demandan el 50% de los niveles que tolera la legislación europea.
Seriedad
De todas maneras todavía no hay seriedad por parte de empresas y productores locales sobre la gravedad que esto puede significar, ya no con el ingreso de divisas para la Argentina sino en beneficio de propio, el director de BIM (Business Issue Management), Gustavo Idígoras, y también ex agregado agrícola ante la UE, elaboró una encuesta en el 2011 entre distintas empresas nacionales para saber su conocimiento respecto de los problemas que podría generar a futuro la huella de carbono.
Las respuestas sorprendieron. Las firmas locales manifestaron que por ahora lo ven lejano y poco real para la producción nacional. Y es que la industria tiene “poca información sobre este tema, no lo ha planificado y tampoco visualiza que sea una oportunidad comercial implementar medidas de gestión ambiental y social que puedan ser certificables y sus productos etiquetados como consecuencia de ello”, destacó el análisis.
En definitiva, sea por compromisos asumidos o por requerimientos excluyentes para participar de mercados externos, la problemática ambiental afectará la forma de hacer negocios.
Comentario de MLD: cabe agregar a esta encuesta de 2011 mencionada aquí arriba, que a fines de 2012, una nueva encuesta que hemos comentado oportunamente en nuestro blog, muestra que esta actitud de desconocimiento se ha ido transformado para empezar a apuntar en la dirección correcta. Quizás lo que nos falte, como en todo lo referido a Cambio Climático, sea la velocidad necesaria.



diariobae.com    - Gentileza de PCRAM

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