Mercosur – Tiempo nublado
Por Mauricio López Dardaine
Me
permito tomar el título de un libro del escritor mexicano Octavio Paz en el que
recopilaba una serie de artículos escritos alrededor de la mitad del siglo XX, relativos
a estrategia en el campo internacional, si la memoria no me es infiel. Confieso
que estado releyendo su “El Laberinto de la Soledad”, que si bien está referido
a su México natal, explica en una medida importante las razones que habían
demorado hasta la mitad del siglo anterior el desarrollo de América Latina. Lo
que lamentablemente sigue guardando aún una asombrosa actualidad. No que
pretenda profundizar en lo escrito por este premio nobel, que es uno de mis
autores preferidos de habla hispana.
Es
difícil no coincidir en que el Mercosur vive un “tiempo nublado”, con la baja
de las commodities y las crisis de
sus dos principales socios fundadores.
No
por ello deja de llamar la atención de quienes siguen de cerca lo que ocurre en
el corazón operativo del Mercosur, que sus órganos vitales, tales como la
Comisión de Comercio y el Comité Técnico Número 1, por ejemplo, e inclusive en
la cúpula, el Consejo, sigan ocupándose de temas concretos como son los
arancelarios y las cada vez más números excepciones al Arancel Externo Común.
Excepciones
que a fuerza de prórrogas dejan de ser “excepcionales”.
En
la última cumbre realizada en Brasil, el Consejo ha prorrogado varios de estos
regímenes especiales, nada menos que hasta el año ¡2021! ¿Siguen siendo “excepciones”?
¿Será que este tiempo nublado a que aludíamos al principio hace perder de vista
el carácter de excepción de estas excepciones?
No
obstante estas dudas de carácter jurídico-administrativo, no podemos dejar de
señalar que sigue siendo meritoria la tarea de los funcionarios de los Países
Miembros que se dedican a la esencia que ha sido la de creación de este
bloque: la de crear un mercado más accesible entre países vecinos. No me animo
a decir “mercado común” como lo pensaron sus fundadores, porque casi a partir
de su puesta en marcha plena, el 1º de enero de 1995, el Mercosur se fue
alejando de su fin enunciado.
Es
de esperar que, cuando más adelante, las nubes se disipen de su horizonte,
espíritus más lúcidos pongan manos a la obra para lograr un cierto orden,
quizás parecido al que existe -a pesar de todo- en aquellos órganos que de
manera poco rimbombante siguen cumpliendo la misión para la que fueron creados.
A los funcionaron que en ellos trabajan vaya nuestra palabra de aliento.
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