jueves, 7 de noviembre de 2013

Empresas medianas y pequeñas miden su huella de carbono en la Argentina

¿Pueden hoy las empresas argentinas medianas y chicas medir su Huella de Carbono?

Mauricio López Dardaine


Si bien ya en 2010 algunas organizaciones en la Argentina estaban comenzando a medir las huellas de carbono de sus principales productos, eran en general empresas grandes, en especial, exportadoras de alimentos.

En los tres años transcurridos desde entonces las cosas han ido cambiado. En un comentario de hace unos meses, señalamos aquí que una de las principales asociaciones empresarias ligadas al sector alimenticio[1] había emprendido la tarea de colaborar con  sus empresas asociadas medianas y chicas para que pudiesen medir sus huellas de carbono.

En la región de Cuyo, Argentina, y en el marco del Proyecto "Análisis de la eco-eficiencia de tres sectores estratégicos de San Juan: aceiteras, caleras y bodegas", un equipo del Instituto de Desarrollo Sostenible de la Universidad Católica de Cuyo, San Juan, conformado a tal efecto, está haciendo lo propio.

Han seguido para ello el modelo del Protocolo GEI (Gases de Efecto Invernadero). El 11 de abril de 2013 decíamos en nuestro blog: El Protocolo [GEI] “es una alianza multipartita de empresas, organizaciones no gubernamentales (ONGs), gobiernos y otras entidades, convocada por el Instituto de Recursos Mundiales (WRI), ONG radicada en Estados Unidos, y el Consejo Mundial Empresarial para el Desarrollo Sustentable (WBCSD), coalición integrada por 170 empresas internacionales, con sede en Ginebra, Suiza. La Iniciativa fue lanzada en 1998 con la misión de desarrollar estándares de contabilidad y reporte para empresas, [estándares] aceptados internacionalmente y promover su amplia adopción.”

Cubre la contabilidad y la información sobre los seis gases de efecto invernadero previstos en el Protocolo de Kioto: bióxido de carbono (CO2), metano (CH4), óxido nitroso (N2O), hidroflourocarbonos (HFCs), perflourocarbonos (PFCs) y hexafluoruro de azufre (SF6).

De este estudio de Cuyo hemos tomado  el caso del productor de aceite de oliva. No vamos a través de un tipo de comentario que por tradición tiene a ser no muy largo, a traerles aquí todo el desarrollo, que es muy completo y sistemático.

Nuestra intención es transmitir este mensaje: una empresa argentina mediana o chica puede hoy, si así se lo propone, medir su huella de carbono. Seguir el Protocolo GEI, como han hecho en Cuyo, sirve como guía muy valiosa. El hecho de trabajar con estándares aceptados internacionalmente, como son los de este Protocolo, tendrá mucha importancia en la etapa siguiente que es la de CERTIFICACIÓN de la huella de carbono por una entidad acreditada y reconocida internacionalmente.

La certificación será clave para empresas, de cualquier dimensión, que exportan a mercados cada vez más exigentes desde el punto de vista ambiental.

Lo primero que conviene hacer es un esquema de todas las etapas del proceso: desde el cultivo y cosecha de la aceituna, pasando por su procesamiento en la planta y siguiendo por su almacenamiento y transporte a destino. Esto dicho de manera muy sintética.

Los tres alcances a medir

El Protocolo GEI identifica tres tipos de alcances respecto de las emisiones:

Alcance 1: emisiones directas, ocurren físicamente en el perímetro analizado.

Aquí, por ejemplo, se trata del consumo del combustible del tractor que se emplea para aplicar fertilizante, del montacargas (emisiones en ambos casos debidas al gas oil) y a la motosierra que se utiliza durante la poda (emisiones causadas por el uso de nafta).

Alcance 2: emisiones que se producen por el uso de la electricidad adquirida [generada fuera de la empresa], consumida por equipos propios o controlados por la empresa.

En este caso, por ejemplo, en el riego por goteo; y ya en la planta exterior: en la deshojadora y en  la lavadora de aceitunas. Yendo a la planta interior: en la  moledora, la amasadora, el extractor y el separador. En los almacenes, la bomba eléctrica, entre otros equipos.

Alcance 3: emisiones indirectas, vinculadas con proveedores de materias primas, materiales, transporte, uso del producto y disposición final. Sin duda mucho menos fáciles de calcular para empresas medianas y pequeñas.

Es necesario establecer qué tipo de emisiones van a excluirse del alcance del cálculo de la Huella de Carbono. En el estudio que aquí comentamos se han excluido:

ü     Las emisiones por transporte y disposición final de residuos;
ü     Las emisiones asociadas al traslado del personal por negocios dentro de la ciudad;
ü     Las emisiones asociadas al traslado de consultores de la empresa.

Las emisiones más significativas calculadas aquí son aquellas ligadas al empleo de gas oil (90%), nafta (6%) y electricidad (4%). Las dos primeras fuentes, las de alcance 1, implican el 96% y las de alcance 2, el 4%. Todos los cálculos cubren un año calendario de operación.

Para calcular la Huella de Carbono en sí, es decir las toneladas de CO2 equivalente debidas a los alcances 1 y 2, se han utilizado los factores de emisión provistos por la Secretaria de Medio Ambiente y Desarrollo Sustentable de la República Argentina.

Estos factores relacionan: litros de combustible con kg de CO2 equivalente por un lado, y Mwh (mega watt hora) de electricidad consumida con toneladas de CO2 equivalente por el otro.

Hablamos de CO2 equivalente, pues los otros gases de efecto invernadero generadores en procesos de este tipo, como pueden ser el metano y el óxido nitroso (éste se genera habitualmente en la etapa de cultivo en relación con el uso de agro-químicos) se convierten siempre en su equivalente de CO2, mediante los factores de conversión respectivos.

Conclusiones

Aún con este considerable grado de resumen y simplificación, puede verse que el proceso requiere disciplina y tiempo. Las empresas medianas y pequeñas no tienen hoy disponible la serie de datos necesarios para calcular con precisión los consumos de gas oil, nafta y electricidad que consumen sus equipos. Los autores de este trabajo entrevistaron al personal de la empresa, pero además debieron nutrirse de otras fuentes como la Unión Industrial, la Secretaria de Medio Ambiente y Desarrollo Sustentable, las páginas de los respectivos fabricantes de la maquinaria empleada en el proceso, para poder calcular el consumo total de electricidad. No llegaron a calcular las emisiones indirectas para poder calcular la Huella de Carbono del aceite de oliva “de la cuna hasta la tumba”.

Por otro lado, mostraron como un equipo universitario, con el apoyo de un experto en la materia, pueden realizar la tarea, una tarea que hasta ahora muchos decían que era sólo para grandes empresas. Y también pudieron hacerlo con un presupuesto accesible. Esto último no es una cuestión menor.

Sumado a lo que se está haciendo además en este sector de la cadena alimenticia argentina[2], se trata sin duda de un aporte extremadamente valioso. Si agregamos que además de bodegas se ha tomado en consideración la minería (el caso de las caleras), una de las industrias más cuestionadas en el aspecto ambiental, podemos concluir que se está empezando, en este año 2013, a avanzar en la dirección correcta.

El camino a recorrer no será corto; basta observar los cálculos relativos a fuentes de emisión y sus emisiones de GEI que realizan en España, para darse cuenta lo mucho que nos falta para afilar bien nuestros lápices. Pero el estar ya en camino es alentador. Y el que empresas medianas y pequeñas, en especial aquellas que exportan o aspiran a exportar, puedan hacerlo significa que vale la pena el esfuerzo.

Si a ello agregamos que estaremos así contribuyendo a mitigar el calentamiento global, la tarea realizada tiene un singular doble mérito.









[1] Ver el comentario en nuestro blog, del 27 de junio de 2013, sobre La Responsabilidad Social Empresaria del Sector de la Alimentación en la Argentina.
[2] Ver nota al pie (1) de este comentario.

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