El Paraguay por su lado, no puede olvidar el haber sido separado del bloque al tiempo que se incorporaba a Venezuela, durante la cumbre de presidentes de Mendoza (julio de 2012).
Fuera de las cuestiones estrictamente políticas, está el cumplimiento de los compromisos que asumió Venezuela para convertirse en País Miembro del Mercosur, entre ellos la incorporación del acervo legislativo del bloque a su legislación nacional, además de cuestiones arancelarias no sencillas de detallar aquí referidas al Arancel Externo Común y las preferencias negociadas por el resto de los Países Miembros respecto de terceros. Se establecieron plazos para cumplir con estos pasos y Venezuela no ha cumplido con sus compromisos en plenitud. Esto no implica necesariamente un juicio de valor, porque hay diversos compromisos con los cuales uno u otro de los Países Miembros fundadores no han cumplido. Pero lo es para señalar que al país caribeño aún le falta un trecho para poder ser considerado un socio.
Todo esto nos lleva a pensar -y aquí coincido con uno de mis amigos cercanos que más de cerca sigue estos asuntos- que se logre o no un acuerdo para que Venezuela ejerza la presidencia pro-tempore por los próximos seis meses, de aquí a fin de año, por lo menos, el Mercosur vivirá uno de los períodos de mayor agitación política de sus 25 años de existencia.
En el actual contexto mundial, donde la crisis de los refugiados y el Brexit conmueven seriamente los pilares de la Unión Europea, y donde la guerra desatada por el terrorismo desestabiliza gobiernos, nuestra Región suma una causa más de preocupación.
El mundo que conocemos avanza entre cortos períodos de relativa calma y conflictos diferentes o los mismos conflictos que se manifiestan bajo distintos ropajes. Y el Mercosur no podía ser una excepción.
Mauricio López Dardaine
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